Me desperté silenciosamente en esa fría habitación. Tú no estabas, no podía verte. Supuse, en mi enojo, que estarías detrás de esa puerta, lejos, muy lejos, a solo unos pasos de mí. La abrí y camine hacia a ti pensando en lo que te diría y como haría que mis palabras sonaran elegantemente insultantes. Me acerque y te pregunte que estabas haciendo aun cuando sabía bien que era lo que me robaba tu atención. Tenía rabia, me enoje y te reclame por no estar ahí conmigo, a mi lado, mientras dormía.
Con tu cara de preocupación entendí, mire tus ojos y comprendí.
Baje mi cabeza y te dije que no importaba, que me ignoraras y que te amaba. Regresaste y preguntaste un poco inquieto, te pedí que no lo hicieras, insististe, te conté. Te dije que la del problema era yo, que no debía reprocharte por mis asuntos, que la que no podía estar ni un segundo sin ti era yo, que no debía importarte, que te amo y que no me importa que no me ames tanto como yo a ti.
en fin, te amo.
domingo
Despues de un fuerte golpe...
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